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Con talleres sobre comunicación efectiva y el síndrome del impostor sigue desarrollándose el programa de mentorías PROVOCA

  • Durante este 2022 AUI/NRAO ha estado desarrollando el programa de mentorías PROVOCA para estudiantes de enseñanza media y educación superior en formato online. Gracias a las posibilidades generadas por la apertura del país tras la mejora de la crisis del covid-19, AUI/NRAO va retomando la realización de actividades presenciales con un taller sobre comunicación efectiva y la grabación de material audiovisual sobre el síndrome del impostor, prontamente disponible para el público.

Como parte del programa de mentorías PROVOCA, organizado por AUI/NRAO, socio norteamericano del observatorio ALMA, este mes las 48 jóvenes de enseñanza media y educación superior que son parte del programa realizaron un taller sobre comunicación efectiva. Esta actividad es la primera que ha tenido la opción de ser desarrollado de manera presencial en las oficinas de AUI/NRAO en Santiago.

Valentina Rodríguez, periodista especializada en comunicación de la astronomía, dictó este taller teórico-práctico sobre comunicación efectiva, durante el cual destacó que el lenguaje en todas sus expresiones (escrito, oral y corporal) representa un poder invisible que permite llegar a audiencias estratégicas en diversos espacios. «El lenguaje no es omnipotente, no crea realidades…pero tiene el poder de hacerlas visibles. Se construye dentro de un contexto sociocultura específico, donde las palabras que utilizamos, o incluso los silencios, están cargados de sentido. El lenguaje permite inspirar a otros, invitarlos a la acción, pero también puede confundir o paralizar. Existen técnicas y estrategias que nos permiten comprender mejor estos fenómenos y abrazar el lenguaje como una herramienta que nos ayuda a llegar con mensajes certeros a nuestras audiencias», precisó.

El objetivo de esta actividad era apuntalar las habilidades comunicacionales de las estudiantes e iluminar la importancia de darse a entender entregando un mensaje claro, además de hacerlo con respeto y empatía por el interlocutor. Para avanzar en este sentido, durante el taller, las estudiantes PROVOCA reflexionaron sobre las razones que las motivaron a seguir el camino STEM y las metas que les gustaría alcanzar en el futuro. «Desde esas reflexiones, cada una fue construyendo su propio mensaje, cada vez más complejo y preciso, hasta poder expresarlo de una manera honesta, clara, optimista y respetuosa”, agregó la expositora.

María Fernanda Durán, coordinadora de educación y divulgación de AUI/NRAO, nos cuenta que “el formato online del programa nos ha permitido cuidar de todas las participantes y llegar más fácilmente a distintos rincones del país. Esta oportunidad que tuvieron las estudiantes de encontrarse por primera vez en persona e incluso en este caso de conocer a jóvenes de otros grupos de la mentoría, resultó muy enriquecedora. Vimos cómo se está construyendo una red de apoyo única para comunicarse y acompañarse en este camino de crecimiento, a pesar de que los grupos trabajan en líneas diferentes de mentoría, dependiendo si cursan enseñanza media o si ya están en la educación superior. Ser testigos de este tipo de interacciones nos motiva muchísimo a seguir con más fuerza con el programa mientras que nos hace ver la necesidad de facilitar la creación de una sororidad que evidentemente se da de forma natural en las jóvenes participantes del programa”.

Otra sesión del programa que se está llevando a cabo este mes, es aquella que toca el tema del síndrome del impostor. El síndrome del impostor es una experiencia muy frecuente especialmente en mujeres que no logran apropiarse de sus logros, y que presentan síntomas de ansiedad, ante la posibilidad de verse expuestas como un fraude, especialmente en disciplinas históricamente masculinizadas, en las que no se perciben como sabias, hábiles y valiosas en sus espacios de estudio o trabajo.

María Angélica Yáñez, psicóloga clínica con más de 25 años de experiencia laboral, explica que este síndrome es un fenómeno psicológico. «A pesar de enfrentar una positiva evaluación sobre sus méritos, ya sea en ambientes educacionales o laborales, la persona no logra incorporar sus logros en sus registros y se encuentra sometida a un permanente estrés por no ser descubierta en su engaño o fraude, como si los hubiera alcanzado de forma fortuita”.

El concepto del Síndrome del Impostor fue acuñado por las investigadores Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978, quienes atendían a mujeres profesionales y alumnas de pregrado y posgrado, observando que ellas no se percibían como personas inteligentes ni mucho menos responsables o merecedoras de sus éxitos. Este síndrome se da tanto en hombres como en mujeres, alcanzando una prevalencia del 70% en profesionales exitosos en algún momento de su trayectoria laboral; al igual que en el 48% de los/las profesionales del área tecnológica.

Sonia Duffau, astrónoma y subgerente de divulgación de AUI/NRAO, señala: » Descubrir que el síndrome del impostor me afectaba fue difícil porque aunque me habían dicho muchas veces que era muy perfeccionista, yo nunca me imaginé como tal, simplemente porque mi idea de lo que eso significaba estaba completamente errada. Pensaba que para ser perfeccionista, tenías que ser alguien a quien todo efectivamente le salía perfecto, y no era para nada el punto. Una vez que me reconocí en algunas de las características de las personas afectadas por el síndrome, tuve una sensación de alivio. Poder ponerle nombre a lo que uno experimenta, empezar a encontrar formas de superarlo y vivirlo mejor, fueron clave para poder encontrar y perseguir mi camino STEM».

Catalina Arcos, mentora PROVOCA y académica del Instituto de Física y Astronomía de la Universidad de Valparaíso, asegura que experimentó este síndrome al momento de terminar sus estudios de doctorado, y verse en la disyuntiva de seguir con un postdoctorado o bien continuar con la carrera académica. «¿Será que mi edad y mi currículum son una limitante para demostrar lo que puedo ser o debo comenzar a confiar más en mí misma y cosechar mis propios logros?. Fue muy abrumador rodearme de gente tan exitosa y sentir que inevitablemente me comparaba continuamente con otros colegas», sostuvo la facultativa.

Para finalizar, Sofía Moreno, psicóloga social, precisó que existen factores internos y externos que propician el síndrome del impostor, entre ellos; familias sobre exigentes con altas expectativas en sus integrantes, o bien aquellas que no han logrado regular sus límites, dificultando así el desarrollo de sus miembros. Asimismo, añadió: «existen aspectos como ambientes laborales tendientes a una constante autovalidación y la existencia de roles de género discriminatorios. Por último, y no menos importante, está la presión que ejercen las redes sociales que evidencian las expectativas poco realistas del entorno. Es muy importante percibir el valor de cada uno en los espacios en los que nos desenvolvernos y desarrollar tolerancia a la frustración, valorando los errores como instancias de crecimiento y aprendizaje».

Dada la relevancia, y prevalencia, de este fenómeno entre quienes persiguen una carrera u oficio STEM, PROVOCA compartirá parte del material de sesión en sus redes sociales y página web. El material consiste en cuatro cápsulas cortas de video explicativas del síndrome con apoyo y datos entregados por dos psicólogas, y los testimonios de dos mujeres profesionales STEM.

Astronauta análoga chilena tras misión Lunar: «Hay que apagar el cerebro y confiar en lo aprendido «

Tatiana López, estudiante de ingeniería aeroespacial de la Universidad de Concepción y mentora certificada del programa de mentorías PROVOCA, de AUI/NRAO, que busca promover, guiar y acompañar vocaciones STEM entre mujeres, acaba de terminar su participación en la Misión Asclepios II, que simuló un viaje a la Luna, en Suiza.

Si bien aún tiene un par de semanas en Munich para terminar sus exámenes universitarios, poco a poco ha retomado sus rutinas «de regreso en la Tierra». Y es que Tatiana estuvo encerrada por dos semanas junto a 6 jóvenes astronautas análogos, siendo ella la única mujer latinoamericana. Comenta que progresivamente ha dejado de usar lentes de sol, ya que al inicio y tras estar privada de luz natural durante la misión, los colores y la luminosidad le resultaban demasiado intensos.

La joven comenta que durante la misión lo que más le afectó fue perder la noción del tiempo. «La falta de luz natural y el cumplimiento de un ajustado horario de actividades diarias, que en cada jornada variaba, hacía que no supieras bien en qué momento del día te encontrabas. De pronto llegaba la hora de dormir y una no sabía si estaba tan cansada. Se sentía como una siesta y luego retomábamos funciones», explica Tatiana.

Si a eso sumaban experimentos con tiempo en contra, eso obligaba a la tripulación a mantenerse concentrada en sus labores individuales, ya que un solo error podría significar un accidente. La joven mentora PROVOCA señala: «Si bien recibimos una evaluación y preparación previa con apoyo de psiquiatras y psicólogos para mantener la salud mental durante el encierro, hubo una técnica que nos ayudó muchísimo. Nos ponían una «cruz de fijación mental» en la cual nos concentrábamos por un minuto y eso nos permitía disminuir el consumo de oxígeno, para luego retomar actividades de forma más eficiente. Luego de eso, y en situaciones límites, no queda más que apagar el cerebro y confiar en lo aprendido».

Su formación como mentora PROVOCA también le permitió fortalecer habilidades que resultaron ser clave durante la misión, como la escucha activa, el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y la capacidad de liderazgo. Como encargada de las comunicaciones en la misión, Tatiana era la responsable de acompañar de forma remota a sus compañeros en sus salidas a terreno y brindarles apoyo y calma en situaciones adversas. «Creo que mi preparación como mentora me permitió poner atención a todos los factores que incluye el comunicarse, tanto lo que se dice como lo que se calla, y así interpretar las emociones y actitudes con las que mis compañeros y compañeras estaban enfrentando cada experimento en el exterior, durante 3 horas continuas, en la oscuridad, sin luz, con falta de oxígeno y un traje que pesaba entre 7 y 10 kilos».

De las experiencias más extremas que ella vivió, destaca la simulación de una erupción solar que la despertó a las 3 de la madrugada con una sirena de alerta. Tras el aviso, todos debieron correr a resguardar sus equipos y encerrarse en una sala de seguridad hasta esperar instrucciones de la sala de control de la misión. Asimismo, comenta que en otra ocasión, un par de tripulantes olvidó reportarse antes de entrar a una «zona muerta» en el exterior, donde no había señal de comunicación, lo que les permitió aprender del error y corregir el protocolo para posteriores experimentos de este tipo.

Durante 15 días se alimentaron con comida liofilizada, especialmente desarrollada para astronautas. Solo en una ocasión recibieron como obsequio de cumpleaños un pastel de pollo y un tarro salmón que devoraron, y otra vez pudieron solicitar un poco de salsa de soya y un frasco de ají que hicieron un poco más grata y variada la experiencia de comer. «Cuando uno simula estar en el espacio, no podemos llevar sal ni otro tipo de alimentos granulados, ya que implican un riesgo de asfixia para la tripulación o de daño para los equipos. Creo que extrañé mucho el darle un poco de sabor a las comidas. A mi regreso a Chile, me esperan con una rica parrillada en casa».

Durante su tiempo libre se dedicó a dibujar y pintar en acuarela, actividad que le ayudó a relajarse y manejar la ansiedad, y de paso decorar los muros de la nave, lo que sus compañeros agradecieron.

A diario debió reportar a los profesionales de la base de control, en un blog individual, no solo lo que realizaba minuto a minuto, desde el tipo de dieta y entrenamiento físico, sino también las emociones que experimentaba. «Había documentos de reporte después de cada experimento individual y grupal, y eso permitirá comprender cómo hombres y mujeres responden física, mental y emocionalmente, a diversas situaciones y condiciones ambientales y físicas, un ejercicio bastante interesante para la planificación de una futura misión lunar, otrora real».

Ahora que la misión ha concluido, Tatiana confiesa que tiene sentimientos encontrados, ya que anhela reunirse con su familia en Concepción, pero lamenta alejarse de esta familia de amigos con quienes ha compartido en los últimos dos años de entrenamiento. También aprovecha de hacer un balance de lo que fue su participación en Asclepios II: «De esta experiencia, atesoraré muchos aprendizajes técnicos, científicos y conductuales, además de amistades para el resto de mi vida. Por ahora, sé que seguiré buscando nuevas oportunidades que me acerquen al espacio, ese lugar fascinante que me cautivó de niña y que me sigue enamorando».